Manifiesto ante la reunión de la FAO en Madrid en enero de 2009 [enero 2009]

El doble lenguaje

Como forma de acabar con el hambre y alimentar a la población, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la FAO imponen un modelo alimentario basado en la producción industrial a gran escala para el mercado internacional.

La OMC desregula el comercio mundial de alimentos y productos agrícolas, sentando las bases para un intercambio mercantil compatible con los intereses de los principales países y bloques capitalistas.

La FAO complementa este papel, al dirigir su actuación a la integración de los países empobrecidos en el mercado internacional, proveyéndoles de recursos para orientar su producción agrícola hacia la exportación.

Este modelo, que habla de eficiencia productiva mercantil, presenta un acusado comportamiento asimétrico entre países, sometiendo las economías subordinadas a los intereses de los más fuertes.

Como el objetivo es la maximización del beneficio, la producción y el comercio de alimentos no se orientan a la satisfacción de las necesidades sociales, sino a producir y distribuir las mercancías alimentarias de la forma más rentable para las empresas del agronegocio.

Las multinacionales, agentes principales de este modelo, violan derechos humanos, constituciones de los estados, acuerdos internacionales, derechos y libertades.

Pero no podrían hacerlo sin la complicidad de los gobiernos globalizadores, la impunidad de las instituciones del capitalismo internacional (OMC, FMI, BM, OCDE, Unión Europea, OTAN etc.) y la impotencia de la ONU y sus organismos especializados.

La crisis económico-financiera global aumenta la pobreza, el hambre, la explotación y la subordinación de las mujeres.

Los gobiernos y organismos internacionales, lejos de poner coto a las multinacionales, bancos y especuladores causantes de la crisis, les entregan los recursos públicos, dándoles más poder.

La catástrofe que nos amenaza es multilateral: alimentaria, social, política y bélica.

 
El hambre y la desnutrición afectan a 963 millones de personas, y en aumento.

La toxicidad de los alimentos industrializados amenaza a la mayoría de la humanidad.

Las victimas de la mercantilización y la globalización alimentaria no son producto de un orden natural, sino de un orden social basado en la desigualdad, la explotación y el dominio sobre las personas y la naturaleza.

Las víctimas alimentarias son víctimas de un asesinato en serie.

Si 35.000 personas mueren de hambre cada día, la mitad niños, ¿por qué en los países desarrollados se arrancan olivares, se sacrifican rebaños y se pagan cuantiosas sumas para que la tierra no produzca?.

¿Por qué se invierten 900.000 millones de dólares cada año en gastos militares y no se invierte una parte de estos recursos en combatir el hambre e impedir el deterioro de los salarios?.

¿A qué obedecen bloqueos criminales, incluidos alimentos y medicinas, para matar de hambre y enfermedades a pueblos enteros?.

¿Dónde está la ética, el respeto a los derechos humanos y el sentido de tales políticas?.

 
El modelo de “seguridad alimentaria” de la FAO se especifica, hoy, en 3 imágenes: los flacos que se mueren de hambre, los gordos que se mueren de comida basura, y la población de Gaza que se muere de la misma causa: la globalización económica y el imperialismo.

El libre comercio mundial, un monstruo ingobernable

Casi una década después del fracaso de la III Cumbre Interministerial de la OMC en Seattle (diciembre de 1999), conocida como Cumbre del Milenio, se intensifican los daños producidos por la globalización y mercantilización de la agricultura, los alimentos y los servicios sociales.

El hambre, las enfermedades producidas por desnutrición y toxicidad de los alimentos industrializados, crecen paralelas al cambio climático, las catástrofes naturales, la pérdida de biodiversidad, el despoblamiento del campo, las migraciones, la precariedad, la privatización de la protección social, la exclusión, la violencia competitiva y la violencia armada.

 
El fracaso continuado de las cumbres de la OMC expresa la imposibilidad de ordenar el libre comercio mundial.

La libertad comercial basada en el beneficio privado, la competitividad y el intercambio desigual, es una lógica excluyente y totalitaria, incompatible con la vida, el respeto, la cooperación y la paz.

Una guerra civil molecular de todos contra todos que, constantemente, se incendia en guerra armada.

Sin embargo, la imposibilidad de impulsar un libre comercio ordenado, no quiere decir que fracase el libre comercio.

Por el contrario, éste avanza mediante acuerdos bilaterales, multilaterales más expoliadores si cabe.

El problema del libre comercio mundial es, precisamente, él mismo.

Desde la lógica competitiva y lucrativa basada en la desigualdad, no hay diálogo con los derechos humanos, la soberanía de los pueblos, la democracia y los límites de la naturaleza.

 
En el último año hemos asistido a la escalada del hambre por un alza brutal de los precios de los alimentos básicos.

En el contexto de recesión económica mundial producida por la debacle financiera, dichos precios están cayendo de la mano del aumento de la pobreza y la exclusión.

Sin embargo, el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO (17/10/08) nos da las recetas de siempre.

Por un lado, medidas a corto plazo de índole caritativo que frenen la conflictividad social pero no interfieran en el mercado, ayudas a los colectivos excluidos para acceder a los alimentos básicos que el mercado les niega, así como subvenciones y créditos para que los pequeños agricultores se impliquen más en el mercado mundial.

Por otro, medidas a medio plazo como cerrar la ronda de libre comercio de Doha, profundizar en la apertura de los mercados y aplicar las nuevas tecnologías (transgénicos), junto con las preexistentes (abonos químicos y tratamientos agrotóxicos) para intensificar la producción y evitar la lucha por la tierra entre alimentos y carburantes.

 
La FAO elude cualquier medida que limite la libre circulación de capitales y la concentración de tierras, recursos agrícolas y alimentarios en manos de las multinacionales.

La cifra de hambrientos y obesos crece con los precios de alimentos e insumos agrícolas, al tiempo que las multinacionales de semillas, fertilizantes y distribución de productos agrarios y comida basura incrementan sus beneficios.

Las instituciones políticas como la FAO, al servicio del mercado global, son corresponsables de que en estos 60 años, no sólo no se ha resuelto el problema del hambre, sino que se ha agravado.

Nuestro papel en este drama

Los que matan a tantas personas en el mundo son el capitalismo, el neoliberalismo, las leyes de un mercado salvaje, la deuda externa, el subdesarrollo y el intercambio desigual.

Pero no podrían hacerlo sin nuestra colaboración como consumidor@s.

En la medida en que nuestro consumo procede de alimentos industriales globalizados y marcas blancas en grandes superficies, además de lesionar nuestra salud, cooperamos con el aumento de hambre en el mundo.

Incluso, consumidor@s supuestamente responsables, adquirimos alimentos ecológicos de importación y fuera de temporada.

Si queremos formar parte de la solución, debemos cambiar nuestras pautas alimentarias, adecuarlas a los ciclos de la naturaleza y la distribución en circuitos cortos.

No podremos hacerlo sol@s.

Por eso debemos asociarnos con otr@s consumidor@s para adquirir alimentos ecológicos de temporada, producidos por pequeñ@s productor@s agroecológic@s cercanos.
 

El objetivo práctico es reorientar la producción de alimentos del enfoque de mercancía lucrativa al de necesidad social.

La producción de alimentos debe ir destinada a satisfacer las necesidades alimentarias, prioritariamente de las poblaciones locales donde se generan los alimentos y comerciar con el posible excedente, reorientando el enfoque actual de producción para el comercio como objetivo único.

Sin embargo, no podrá haber otra producción de alimentos sin otro comercio, distribución y consumo de los mismos.

Es necesaria nuestra implicación como productor@s y consumidor@s.

 
Cuando el mercado nos sume en el caos, el hambre, la inseguridad y la guerra, y las instituciones políticas son impotentes o cómplices, es necesaria la intervención de la sociedad civil.

Es el momento de pasar a la acción. Productor@s agroecológic@s y consumidor@s responsables, unid@s contra la globalización alimentaria.

COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS NO, NO Y NO

NI PRODUCIDOS, NI IMPORTADOS, NI CONSUMIDOS.

¡PROHIBICION!».
 

Más información en www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita

Para adhesiones al Manifiesto:

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(enero de 2009)