Obesidad y envejecimiento

Hablando sobre «La obesidad como causa del envejecimiento», el naturópata Miguel Ángel Martín puso término el día 24 de marzo a las Jornadas Técnicas de Expovital 2002, celebradas en el Parque Ferial Ifema de Madrid. Después de referirse a los factores que pueden propiciar que una persona sea o no obesa (comer en exceso, realizar poca actividad física, etc.), afirmó que los trastornos de la obesidad pueden constituir un indicativo del comienzo del envejecimiento de tipo endocrino, tanto en personas con constitución normolínea y normopeso (peso considerado normal) como en aquéllas que tienen una constitución de tipo catabólico (peso menor del adecuado) que en apariencia de repente comienzan a coger más peso del normal.

Este punto de vista supone considerar los factores de una clase específica y concreta de obesidad como factores de envejecimiento, el aumento del peso corporal debido al comienzo de los trastornos de tipo hormonal, más importantes que la patología del hipotiroidismo: «Son más importantes las glándulas como páncreas, hígado y suprarrenales, tienen una mayor incidencia en el aumento de peso corporal, pues son mediadores en la formación de lipoproteínas y glucosa».

El páncreas no sólo tiene importancia por su papel en relación a la insulina y la diabetes, también puede presentar una alteración endocrina. El páncreas produce la hormona insulina y glucagón. La insulina guarda además relación con el mantenimiento de la función oxidorreductora del hígado, como glucosa de reserva o como tejido graso. La insulina, necesaria para el transporte de glucosa al metabolismo hepático, también lo es para la reproducción celular a una mayor o menor velocidad.

Si la insulina falta nos encontramos ante la diabetes de tipo 1. Si no es lo suficientemente activa, aunque haya una gran cantidad, se tratará de la diabetes de tipo 2 o no insulinodependiente. Si la insulina en cambio se produce en exceso, el organismo puede generar grandes cantidades de tejido energético de reserva, son las fases de lipogénesis en las que se produce más cantidad de tejido adiposo: «Si una persona tiene un exceso de producción insulínica, aunque lleve una dieta media y a pesar de que sea normolínea y tenga un peso normal, o incluso catabólica con peso inferior al normal, por lo general se producirá un aumento de su masa corporal».

Dieta e insulina

Para Miguel Ángel Martín el hiperinsulinismo obedece a un envejecimiento metabólico, no relacionado con la edad biológica sino con la forma en que la persona cuida sus hábitos alimenticios e higiénicos: «El índice de obesos, y el consiguiente envejecimiento metabólico, es mucho mayor en culturas dietéticas que ingieren grandes cantidades de hidratos de carbono y azúcares. Un organismo que durante mucho tiempo ha estado tomando una cantidad excesiva de moléculas de glucosa en su dieta (pasteles, zumos envasados, conservas de carne o de vegetales, con azúcar añadido como elemento conservador- estabilizador), unido a un inadecuado equilibrio en la ingesta de proteínas, hidratos de carbono y lípidos, con una mayoría de grasas manipuladas industrialmente (aceites refinados y margarinas de la dieta) y un exceso de polisacáridos (almidones, cereales, legumbres) que pasan como glucosa al hígado tras digerirse, todo ello hace que el sistema endocrino tenga que mandar grandes cantidades de insulina al hígado».

Son consecuencia del hiperinsulinismo el hambre biológica, las crisis de hipotensión, los mareos y dolores de cabeza, la hipoglucemia, …, una vida alimenticia que llega a ser un círculo vicioso, con un mayor consumo de moléculas de glucosa (hidratos de carbono, azúcares) que acaban convirtiéndose en más tejido graso. Por lipogénesis (producción de grasa) y mitosis (división celular) tiene lugar un recambio celular mucho más rápido, generándose estrés celular y oxígeno y radicales libres por oxidación de la grasa producida, con un envejecimiento celular excesivo.

La obesidad puede ser determinada por situaciones alimenticias no adecuadas a la estructura biológica de cada persona. Por un lado, tiene que haber un equilibrio en las raciones alimenticias, entre proteínas, lípidos e hidratos de carbono. Y, además, cada persona tiene un nivel distinto de aprovechamiento inmediato de energía (glucosa), en relación con su capacidad metabólica y actividad física. Otros factores, como el estrés, pueden incidir y desempeñar un papel más o menos relevante en cada caso.

Las glándulas suprarrenales

Miguel Ángel Martín considera que también las glándulas suprarrenales tienen en la obesidad un papel más importante que las tiroides. Las suprarrenales segregan dos hormonas cuya misión es regular los mecanismos endocrinos ante los cambios o agresiones como el estrés: la epinefrina o adrenalina, estimulante neuroendocrino que aumenta las fases simpático-tónicas (ritmo cardíaco, ritmo circulatorio) e inhibe la función intestinal (aumenta la contracción muscular y el consumo energético de calor por el músculo) y las demás funciones endocrinas. Y la hormona cortisol, factor de crecimiento que estimula el parasimpático-tónico, regula la función intestinal y las restantes funciones endocrinas y disminuye el proceso metabólico-tiroideo e inhibe los ritmos cardíaco y circulatorio.

En su opinión, una situación de estrés o una vida estresante genera un desequilibrio energético con excesiva liberación de insulina para equilibrar los niveles de glucosa en el músculo. Y si al estrés se suma una ingesta desequilibrada en la relación entre proteínas e hidratos de carbono, se acelera el proceso de envejecimiento. Al vivir una situación de fuerte estrés apetece comer chocolate, pan, caramelos, refrescos, bocadillos, en definitiva productos con glucosa o almidón. Surge esa apetencia por el desequilibrio en el balance de insulina en el metabolismo hepático y celular-muscular. Como consecuencia, ante la necesidad de salvaguardarse-resguardarse, el organismo intenta dotarse de más tejido de reserva: «Para hacer frente al estrés y a una dieta poco balanceada entre hidratos de carbono y proteínas, agresiones endocrinas que interpreta como una necesidad continua de reservas, el organismo intenta disminuír el gasto para conservar más glucógeno».

A la pregunta de qué hace una persona con sobrepeso, Miguel Ángel Martín propone en primer lugar descartar si se trata de una constitución catabólica («Si la tiene, tendrá un cuerpo grande y un menor metabolismo biológico en condiciones normales, no sólo al sufrir una situación de estrés, además de muchas fases insulínicas»), en cuyo caso la persona ha de aceptarse como es, llevar una dieta equilibrada y aumentar la actividad física como forma de mediar en la secreción de insulina.

Las personas sin constitución catabólica han de revisar su dieta y el equilibrio entre hidratos de carbono y proteínas, que la alimentación sea biológicamente adecuada a su forma de vida, desterrar el consumo de hidratos de carbono refinados y azúcares de absorción rápida y combinar la dieta («Cuidado con la disociada, que no es una dieta para toda la vida») sin que el nivel de hidratos de carbono exceda al de proteínas.

Respecto a las grasas, debe ser mayor la ingesta de monoinsaturadas que la de poliinsaturadas («Sin margarinas, que siempre son hidrogenadas, parcial o totalmente»), ayudando además a quemarlas con una actividad física adecuada de unos 40 minutos diarios, sobre todo por la mañana («De 6 a 14 horas son las fases catabólicas, en las que el organismo puede degradar los alimentos ingeridos para generar glucógeno y no grandes cantidades de materia grasa»).

Plantas útiles

Miguel Ángel Martín recomendó utilizar como complemento [Garcinia cambogia >garcinia_o_tam.html] y Citrus aurantium (naranjo amargo), plantas que aumentan las fases de termogénesis hepática, y Cromo, oligoelemento que amolda la cantidad y actividad de insulina en el proceso metabólico y favorece la tolerancia del transporte insulínico: «Por falta de cromo pueden manifestarse trastornos de hiperinsulinismo en diabetes no insulinodependiente. También es recomendable en las hipoglucemias».

Se refirió además al papel de plantas que como Alcachofera, Diente de león y Té rojo puerh: «https://www.herbogeminis.com/revista/Regulan las fases de combustión hepática, estimulando la eliminación de desechos y moléculas de grasas producidas en el proceso del metabolismo», a las astringentes de la medicina tradicional china o ayurvédica como Cola de caballo («https://www.herbogeminis.com/revista/Que favorece un mayor recambio de nutrientes a nivel humoral») y plantas picantes como [Jengibre >Jengibre], Pimienta y Cúrcuma que: «https://www.herbogeminis.com/revista/Aumentan el nivel de calor interno y el ritmo cardiocirculatorio, ayudando a eliminar desechos». Así como bloqueadores de la ingesta excesiva de hidratos y glucosa, comegrasas y fibras como Glucomanano, el crustáceo Chitosán y [Nopal >Nopal] o chumbera de higos chumbos (opuntia ficus-indica).

Té rojo pu-erh

Según el Dr. Jürgen Weihofen, médico naturópata alemán que ha sido el primer investigador europeo en describir sus propiedades ( Pu-Erh. El té rojo de China , Obelisco-Vital, Barcelona, 1999), esta variedad de té verde es originaria de las zonas montañosas de la provincia de Yunnan. En China es conocido como el té de los emperadores por ser los únicos a quienes estaba permitido su consumo.

Para la Medicina Tradicional China, el té puerh fomenta que el Qi o Chi (la energía vital universal) fluya sin impedimentos, único modo de que haya salud, contribuyendo además a una relación equilibrada entre el yin y el yang. En China se bebe tradicionalmente para disminuir grasas y el nivel de colesterol, contribuye a la rápida asimilación del nivel de alcohol en la sangre y refuerza el metabolismo hepático.

El té rojo es un té verde que obtiene sus principios diferenciados y propios mediante un proceso de maduración posterior a la fermentación. Después de ser comprimidas las hojas verdes más grandes, durante un almacenamiento de muchos años bajo condiciones controladas, unas cepas bacterianas específicas transforman el té originalmente verde en el té rojo puerh.

De acuerdo con el Dr. Weihofen, sus efectos más importantes sobre la salud son que reduce el sobrepeso provocado por una mala nutrición, baja el nivel de colesterol y refuerza el metabolismo hepático. Otros efectos, en parte científicamente comprobados en experimentos médicos, son la profilaxis de infecciones y bacteriostáticos (=detención del desarrollo de bacterias), baja el nivel de grasa en la sangre, facilita la digestión de comida grasa, desintoxica y depura, y refuerza el sistema inmunitario. Estimula la secreción de todas las glándulas digestivas y cura el mal humor e incluso ligeras depresiones, sin tener efectos sobre el sistema cardiovascular como el té negro o el café, sino sólo sobre los nervios y el cerebro. Además se puede beber también por la tarde o por la noche, ya que gracias al proceso de fermentación pierde prácticamente toda la cafeína o teína y no interfiere, por tanto, en el proceso del sueño ni mantiene despierto.

(artículo publicado en Conocer Arganzuela nº 115, mayo de 2002)