Análisis de sangre y orina

Para el Dr. Freitas, un diagnóstico bien hecho debe basarse en una comprensión global del estado de la persona: «Las pruebas de laboratorio son un apoyo para el diagnóstico del estado de salud, en ningún caso sustituyen la labor de un profesional de la salud«.

Aunque a veces los datos obtenidos no coinciden con la sintomatología de la persona, ante lo cual o se repite la prueba o se realizan otras complementarias para corroborar o anular los resultados, el conocimiento de las pruebas analíticas puede contribuir a un mejor conocimiento del estado de salud. El Dr. Freitas matiza: «Casi nunca una determinación analítica aislada justifica un diagnóstico. Nunca podemos clasificar o etiquetar a una persona de diabética por una determinación en la que los niveles de glucosa son anormalmente elevados. Hay otras causas que pueden elevar la glucemia. Por tanto, si en determinaciones posteriores los niveles de glucosa son normales, la posibilidad de que esa persona sea diabética es prácticamente nula. Es el seguimiento de los valores analíticos en el tiempo lo que les verifica o desestima, no una determinación puntual«.

Los datos sobre hematíes informan acerca de la oxigenación de la sangre y su capacidad para aportar oxígeno y retirar anhídrido carbónico de los tejidos, orientando sobre la existencia de posibles anemias y su etiología. Su número oscila entre 4,2 y 6,2 millones por milímetro cúbico de sangre. El 90% de su peso en seco corresponde a hemoglobina, pigmento rojo que se combina con el oxígeno en los pulmones y lo transporta a los tejidos, donde lo libera. Son factores clave para la maduración celular el hierro (imprescindible para la formación de hemoglobina) y el ácido fólico (obtenido en la dieta con verduras y frutas) que junto con la vitamina B12 (ingerida con carne, productos lácteos y cereales integrales) es imprescindible para la síntesis del ADN (ácido desoxirribonucleico). «El déficit de cualquiera de estas sustancias«, señala el doctor Freitas,»va a ser causa de alteraciones en el proceso de maduración de las células, sobre todo con el resultado de la tan común anemia«.

Anemia

Anemia significa un descenso en la tasa de hemoglobina de la sangre. Son valores normales en los hombres de 13 a 18 g./dl., en las mujeres entre 12 y 16 g./dl. y en mujeres embarazadas mayor de 11 g./dl.

En la anemia ferropénica, típica en mujeres con menstruación abundante, una tasa de hemoglobina baja sugiere déficit de hierro, que se analiza mediante el hierro sérico (cantidad en sangre, valor normal de 50 a 175 microgramos/dl.), ferritina (expresa los depósitos de hierro, normal entre 10 y 200 ng/ml.) y transferrina (proteína que vehicula el hierro en la sangre, valor normal de 120 a 200 mg./dl.). Hierro sérico o ferritina por debajo de los valores normales indican ferropenia, si falta hierro aumenta el nivel de transferrina.

En la anemia megaloblástica aumentan la bilirrubina , formada en la destrucción de hemoglobina, y la enzima LDH, que siempre lo hace cuando hay destrucción celular, causas comunes son el déficit de ácido fólico (nivel normal de 3 a 20 microgramos/l.) y de vitamina B12 (nivel normal de 200 a 850 pg/ml.)

La anemia hemolítica se refleja en un aumento de la bilirrubina directa en la sangre, un aumento en la enzima LDH, el crecimiento del bazo, etc., su causa puede ser defectos genéticos, intoxicaciones, parásitos o problemas autoinmunes.

En la anemia de las enfermedades crónicas, frecuente en personas con procesos crónicos de tipo inflamatorio o inespecífico, los hematíes son normales pero insuficientes, puede haber cierto grado de ferropenia por mal uso del hierro más que por déficit.

La anemia aplásica es un fracaso de la célula germinal, por lo que además de anemia hay pancitopenia (= déficit de todas las líneas celulares de la sangre, plaquetas, glóbulos blancos, …), leucopenia y trombopenia.

José Luis Freitas se refiere a la necesidad de comprender bien la causa del proceso para ayudar al organismo a solventar el problema. La dieta debe incluir cereales integrales, remolacha roja y levadura de cerveza en ensaladas, yogur, kéfir, zumos, también polenantianémico demostrado«), y vigilar el estado de la flora intestinal para una máxima absorción de nutrientes. Tras la normalización del análisis de sangre debe mantenerse el tratamiento entre 3 y 6 meses para rellenar los depósitos de hierro del organismo. Si la anemia es consecuencia del déficit de una sustancia (hierro, vitaminas) además de suplementar la dieta con ella, debe comprenderse el por qué del déficit en cada persona.

El hierro asimilado en forma orgánica presenta mayor tolerancia y efectividad que las tradicionales sales de hierro. El aporte de sustancias similares a la hemoglobina (jugo de alfalfa y de cebada) facilita la recuperación de la anemia en menos tiempo, igual que sustancias altamente nutritivas como levadura de cerveza y germen de trigo, oligoelementos presentes en alga espirulina y cola de caballo o asimilados en levadura o como gluconatos, sobre todo cobre.

En la anemia megaloblástica aporte del elemento deficitario, ácido fólico o vitamina B12.

En la anemia hemolítica, además de eliminar el contacto con el tóxico, una depuración hepato-renal, si es secundaria a infecciones reforzar la inmunidad humoral con equinácea, propóleo y tomillo, y si el proceso es autoinmune estimular las glándulas suprarrenales con grosellero negro, regular la inmunidad con equinácea y propóleo, y frenar el ataque inmunitario con un aporte elevado de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 y omega-6.

Para la anemia de las enfermedades crónicas, aporte de clorofila y omega 3 y 6 para reducir el fenómeno inflamatorio, y eleuterococo y verde de alfalfa o de cebada para estimular la producción de hematíes en la médula ósea, complementos que también ayudan en la anemia aplásica junto con oligoterapia a base de cobre-oro-plata.

Sistema inmunológico

Los valores de los leucocitos o glóbulos blancos, útiles para conocer el estado de la inmunidad de la persona, orientan sobre la capacidad defensiva de la sangre y aportan información sobre la existencia de alguna infección, ciertos tumores o problemas autoinmunes.

Su número es de 4.300 a 10.800 por milímetro cúbico de sangre. El 70% son granulocitos (neutrófilos, eosinófilos y basófilos), el resto linfocitos , responsables de la inmunidad (linfocitos B, que se encargan de las reacciones inmunológicas humorales o inmediatas, y linfocitos T encargados de la inmunidad celular), y monocitos , que pasan a los tejidos donde se transforman en macrófagos de vida larga.

La leucocitosis es un aumento de leucocitos.

La neutrofilia es el aumento de neutrófilos por una movilización de las defensas del organismo frente a una agresión cierta o posible (estrés, inflamaciones, infarto, tumores, trastornos metabólicos como cetoacidosis y tras hemorragias agudas).

Neutropenia o disminución de neutrófilos debido a un fracaso en su producción, a la destrucción de leucocitos en sangre en infecciones graves, agresiones autoinmunes o tratamientos inmunosupresores, o por su secuestro en el bazo muy agrandado; si los neutrófilos son menos de 1.000 o de 500, fracasa la barrera defensiva frente a las infecciones por lo que bacterias normalmente inofensivas se convierten en graves patógenos.

La eosinofilia, aumento de eosinófilos, en infecciones por parásitos, alergias y en ciertos tumores.

Basofilia, aumento de basófilos, poco frecuente, en algunas leucemias.

Monocitosis, aumento de monocitos, muy frecuente y poco específica, su causa puede ser las bacterias que crecen dentro de las células como tuberculosis, brucelosis, leishmaniasis y tumores.

Linfocitosis, aumento de linfocitos, típica de las viriasis, muy intensa y llamativa en la tos ferina, y algunas leucemias.

Linfopenia, disminución de linfocitos, en algunos síndromes de inmunodeficiencia, conlleva una disminución severa en la capacidad defensiva, sobre todo de los linfocitos T, también puede deberse a tratamientos agresivos como radioterapia o quimioterapia.

Si las defensas están deprimidas (inmunodepresión) son útiles equinácea, potente inmunoestimulante, propóleo por potenciar las defensas corporales, tomillo, serpol, regular la flora intestinal, oligoelementos manganeso-cobre y cobre-oro-plata, vitaminas inmunoestimulantes (C, A, grupo B, selenio), aumentar la capacidad antiséptica del organismo con aceites esenciales, tomillo, cinc, cobre y germanio así como favorecer la hematopoyesis con verde de alfalfa y el tono vital con ginseng o eleuterococo. Con una dieta depurativa y práctica regular de ejercicio moderado.

Si los leucocitos son disfuncionales y atacan al propio organismo (inmunodisregulación) en procesos autoinmunes y reumatológicos, para restaurar el equilibrio frenando esa respuesta de los leucocitos y evitar que el organismo quede sin defensas, altas dosis de ácidos grasos omega-3 (antiinflamatorio para cualquier persona con alteraciones inmunológicas), grosellero negro (estimula la producción de corticoides endógenos), fumaria (antihistamínica), oligoelementos (manganeso, azufre, fósforo, cobre-oro-plata), drenaje hepático y renal (desmodium, diente de león, cardo mariano, cola de caballo), antiinflamatorios (harpagofito, ulmaria, sauce) y aminoácidos para proteger las articulaciones. Y una dieta limpia y rica en aceites vegetales (oliva), productos frescos y biológicos, disminuir o eliminar la leche y combatir el estrés.

Coagulación

Las plaquetas son fundamentales para cohibir una hemorragia y facilitar la agregación plaquetaria y la adhesión a los vasos, forman el coágulo provisional y contribuyen al definitivo aportando fosfolípidos. Ante una lesión vascular la plaqueta se adhiere a los bordes de la herida y libera sustancias que facilitan el cese del sangrado, las plaquetas además se agrupan entre sí bloqueando la pérdida de sangre. La coagulación es un grupo de reacciones en cadena que precisa de correctos niveles de vitamina K en el organismo.

Cumplida su misión el coágulo debe ser disuelto (fibrinolisis) para no provocar embolismos.

Si la sangre tiene excesiva capacidad de coagulación pueden originarse trastornos que lleven a cuadros de isquemia como el infarto de miocardio o el cerebral.

El número normal de plaquetas es de 150.000 a 300.000 por milímetro cúbico. El tiempo de hemorragia es el que tarda una herida en coagular, y el de coagulación el que tarda una muestra de sangre in vitro. Normalmente, 1/3 de las plaquetas está en el bazo, desde donde pueden ser empleadas en cualquier punto del organismo.

La dificultad para detener una hemorragia puede deberse a fragilidad de los capilares, en hemorragias espontáneas sobre todo en la mitad inferior del cuerpo o el dorso de las manos. Para fortalecerlos ayudan productos con acción vitamínica P como bioflavonoides, verde de alfalfa y cebada, vitamina C, y tónicos capilares como rusco, bolsa de pastor, castaño de indias, hamamelis, ginkgo biloba, grosellero negro, vara de oro, ciprés y aquilea milenrama, junto con propóleo que protege los capilares y evita excesiva permeabilidad vascular. También una dieta limpia, ejercicio aeróbico moderado, abandono de tabaco y alcohol, hidroterapia con aceites esenciales o sales terapéuticas.

En las alteraciones plaquetarias, hemorragias espontáneas en piel y mucosas por trombopenia (déficit de plaquetas) o por trombopatía (anormal capacidad funcionante), para que funcione el proceso madurativo celular global, una dieta sana, ejercicio moderado y evitar los tóxicos que interrumpan la maduración de las plaquetas (alcohol, tabaco, drogas, fármacos innecesarios, tóxicos ambientales). Suplementos dietéticos que estimulan la producción de células (verde de alfalfa) y si es necesario complejos que aporten vitaminas B, C y K, colina, selenio, cobre, manganeso, cinc, vitamina B12 y ácido fólico. Debe buscarse además un equilibrio del sistema inmune. Si hay una alteración de la calidad de las plaquetas pueden ser útiles los ácidos grasos esenciales omega-3, la dieta con productos integrales y el consumo de yogur biológico o kéfir.

Por último, en las alteraciones de la coagulación, hemorragias secundarias a pequeños traumatismos, grandes hematomas superficiales y profundos e intraarticulares, por síntesis insuficiente de los factores de la coagulación o por la presencia en plasma de anticoagulantes circulantes, cuando el déficit de un factor de la coagulación es congénito e inevitable debe ingresarse en el organismo el factor deficitario cada cierto tiempo. Aportar siempre suficiente vitamina K, depurando y repoblando la flora intestinal gracias a la cual se absorbe, también puede ingerirse en comprimidos. Y maximizar el funcionamiento hepático con una dieta de protección, drenajes intensos con violeta, ortiga verde, diente de león, alcachofera, y hepatoprotectores-hepatotónicos como alcachofera, desmodium y boldo.

Metabolismo de los hidratos de carbono

El doctor Freitas centra el metabolismo de los hidratos de carbono en el metabolismo de la glucosa: «La glucosa es utilizada fundamentalmente como fuente de energía en todas las células del organismo, a las que se vehicula a través de la sangre, por eso el conocimiento de los niveles de glucosa nos va a informar acerca de las reservas de energía inmediata que posee la persona«.

Los azúcares, además, se encuentran en el organismo en forma de glucógeno, o reservas de glucosa, tanto en el hígado como en los músculos. Si el aporte de azúcares es mayor que las necesidades fisiológicas, el excedente de glucosa se acumula en forma de grasas, incrementando los niveles de triglicéridos .

La elevación de las tasas de azúcar en sangre es el principal estímulo para la secreción de insulina , hormona del páncreas que introduce la glucosa en las células para su uso, regula el metabolismo de los hidratos de carbono y favorece la utilización de la glucosa en el hígado para la síntesis de grasas y para la formación de glucógeno.

El valor normal de glucosa en sangre es entre 75 y 115 mg/dl.; si es más elevada se habla de hiperglucemia, y de hipoglucemia si está por debajo del límite inferior. Para comprobar la glucemia también puede determinarse la glucosa en orina , que sólo aparece cuando las cifras de glucosa sobrepasan los 160-180 mg/dl.

Glucosa y diabetes

Por deficiencia en la hormona insulina no entra glucosa en las células y se eleva la cifra de glucosa en sangre, situación conocida como diabetes mellitus cuyo diagnóstico se realiza con cifras elevadas de glucosa en ayunas (a partir de 126 mg/dl.) y que se confirma mediante una prueba específica, el test de sobrecarga oral de glucosa.

La clasificación de los diabéticos en tipo 1 (en la cual el páncreas deja de producir insulina, es típica de personas jóvenes y suele necesitar insulina exógena) y tipo 2 (se produce una resistencia a la acción de la insulina, es típica de personas mayores, obesos y grandes comedores, y sólo suele precisar insulina en ocasiones singulares y en las fases más tardías), se sigue admitiendo aunque es incompleta : «Faltan por ejemplo las diabetes secundarias a procesos inflamatorios o destructivos del páncreas«, añade el doctor Freitas.

Entre los síntomas de la diabetes del tipo 1 se encuentran el adelgazamiento repentino, orinar más de lo habitual y/o por la noche, sed intensa y mucha hambre, así como cetoacidosis (acidosis a expensas de elevar los cuerpos cetónicos). Y suelen ser del tipo 2, en cambio, los signos de deshidratación y la obesidad manifiesta. Con todo, el auténtico problema es la repercusión a largo plazo de la diabetes sobre distintos sistemas corporales, pudiendo afectar al riñón, ojos (retinopatía y cataratas), vasos sanguíneos, etc.: «La única forma de prevenir esos daños«, afirma José Luis Freitas, «es llevar un estricto control de las cifras de glucemia«.

La persona diabética o con intolerancia a los hidratos de carbono debería permanecer en un peso cercano al ideal, evitar el consumo de tabaco y alcohol y prescindir de los azúcares refinados. Para ayudarle a llevar una vida normal y evitar la hiperglucemia puede usar edulcorantes artificiales sin glucosa, practicar ejercicio moderado y consumir alimentos con fructosa en vez de glucosa.

El Dr. Freitas advierte: «Nunca la fitoterapia debe sustituir a un tratamiento con insulina. Sin embargo, al iniciar una terapia con plantas se deben registrar a diario las glucemias, porque tal vez se requieran menos cifras de insulina o de hipoglucemiantes orales«.

Plantas utilizadas para regular los niveles de glucosa son travalera, eucalipto, judía, salvia, bardana, copalchi y alholvas. El verde de cebada y de alfalfa son apropiados por alcalinizar y hacer frente a la acidosis propia de las hiperglucemias. Se considera tradicionalmente efectiva en los trastornos de origen pancreático la combinación de los oligoelementos zinc-níquel-cobalto. Es fundamental el cuidado exquisito de los pies, curando cualquier rasguño pues tienden a infectarse con facilidad y curan muy lentamente.

La hipoglucemia es un trastorno poco frecuente, se considera que es seria y sintomática cuando las cifras de glucosa bajan de 40 mg/dl. y resulta preocupante en personas diabéticas en tratamiento con insulina o antidiabéticos orales: en una situación normal si se produce un indicio de hipoglucemia el páncreas deja de producir insulina, mientras que en las personas diabéticas la insulina exógena permanece en el cuerpo.

Manifestaciones de la hipoglucemia son ansiedad, temblor, palidez, sudación, palpitaciones, taquicardia e hipertensión, así como los síntomas propios de la falta de glucosa en el sistema nervioso (cefalea, disartria o trastornos en la articulación del lenguaje, visión borrosa, confusión mental, convulsiones y coma). En la hipoglucemia, además de conocer su causa primaria, conviene hacer 5 o 6 comidas diarias con las proporciones adecuadas a la edad y el sexo.

Ante una hipoglucemia: «La mejor medida es administrar a la persona que la sufre un vaso de zumo de frutas azucarado«.

Hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia

Las cifras normales de colesterol son inferiores a 200 mg./dl., las de HDL colesterol (bueno por retirar el colesterol de los tejidos) de más de 55 mg./dl., y las de LDL colesterol (malo porque aporta colesterol a los tejidos) de menos de 130 mg./dl. De triglicéridos son deseables cifras inferiores a 200 mg./dl. Cifras superiores son consideradas por la Organización Mundial de la Salud como hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia, respectivamente.

El nivel del colesterol puede aumentar por un exceso en su producción (hipercolesterolemia, familiar, síndrome nefrótico, …) o por un defecto en su degradación (dietas ricas en ácidos grasos saturados y colesterol, hipotiroidismo, …). Entre sus manifestaciones se encuentran los depósitos de colesterol en la piel, sobre todo en los párpados, palmas de las manos, orejas, brazos y el arco corneal por depósito de grasas alrededor del iris.

La hipercolesterolemia es un factor directamente relacionado con la aparición de ateroesclerosis.

Se procura mantener alto el HDL colesterol porque protege frente a la ateroesclerosis.

También los triglicéridos pueden subir por una producción excesiva (dietas con alto aporte calórico, consumo de alcohol, diabetes y otros trastornos) o por una degradación ineficaz (déficit de insulina, trastornos hereditarios). La persona con hipertrigliceridemia puede tener episodios de pancreatitis, con dolor abdominal, y xantomas eruptivos (=nódulos de acúmulo de triglicéridos en los macrófagos de la piel).

La hiperlipemia mixta de colesterol y triglicéridos es más frecuente en personas con una dieta rica en grasas saturadas, hipercalórica sobre todo a expensas de los hidratos de carbono, o con trastornos hereditarios del metabolismo lipídico.

Para el Dr. Freitas la medida general clave para el tratamiento de todas las hiperlipemias es la dieta : evitar las comidas ricas en grasas saturadas (platos precocinados, bollería industrial, el abuso de carnes rojas, embutidos y caldos concentrados), abandonar el consumo alcohólico de alta graduación, beber vino o cerveza en cantidades moderadas, salvo en las hipertrigliceridemias en las que se debe desterrar el alcohol, y hacer de frutas, legumbres y verduras y pan 100% integral la base de la alimentación. El ejercicio aeróbico moderado, 45 a 60 minutos diarios, concluye, es una buena arma terapéutica.

Son recomendables los ácidos grasos de las series omega 3 y omega 6: «El consumo de los aceites de oliva, onagra, borraja, lino y girasol previene la formación de placas de ateroma, favorece el descenso del colesterol LDL y aumenta el colesterol HDL«.

Son también eficaces la lecitina de soja, perlas de ajo y levadura de cerveza. Entre las plantas, alpiste, pilosilla, cola de caballo, alcachofera y maíz.

En oligoterapia, manganeso-cobalto y azufre.

Y practicar actividades relajantes para frenar el estrés: «Factor importante en la génesis de las dislipemias«.

Gota y ácido úrico

El Dr. Freitas introduce el metabolismo de las proteínas refiriéndose al ácido úrico, producto final del catabolismo o degradación de los núcleos celulares que se encuentra normalmente en la orina. Los valores normales de la uricemia o ácido úrico en sangre van de 3 a 7 mg./100 ml. Si estas cifras se superan de modo continuo (hiperuricemia) existe el riesgo de que el ácido úrico se deposite en forma de cristales de urato en las partes blandas de las articulaciones en el típico ataque de gota, que es una reacción inflamatoria a ese depósito y que se presenta en varones de más de 45 años, bruscamente, con o sin hiperuricemia previa, con dolor, calor, enrojecimiento, tumor e impotencia funcional.

La hiperuricemia puede aparecer por defectos en el comportamiento de las enzimas del metabolismo del ácido úrico, que lo forman en exceso, por un aumento del número de células que cada día mueren en el organismo («Lo que ocurre en los agresivos tratamientos con quimioterápicos que se aplican en diversos cánceres«) o por la incapacidad del riñón para eliminar el ácido úrico.

A largo plazo la acumulación del ácido úrico, además de provocar el ataque de gota, puede depositar los uratos en el cartílago articular y en el hueso subyacente destruyéndoles, como sucede en la gota crónica o artropatía degenerativa. Los uratos pueden también depositarse en los cartílagos de la oreja, tendones, hipodermis y bolsas sinoviales constituyendo tofos (=formaciones visibles y palpables).

Mantener niveles elevados de ácido úrico en sangre puede formar cálculos y desembocar en el cólico renal, taponar los desagües del riñón con uratos y obstruír así los túbulos renales, o invadir los cristales de urato el parénquima renal y originar una nefropatía intersticial o insuficiencia renal.

La hipouricemia constante, niveles de ácido úrico en sangre permanentemente bajos, puede deberse a que se produzca ácido úrico en escasa cantidad o a que se elimine en exceso por el riñón, en cuyo caso: «También se corre el riesgo de una litiasis renal o de vías urinarias«.

«El ataque de gota «, previene Freitas, «no se produce siempre con cifras altas de ácido úrico. Es sobre todo con las variaciones bruscas de la uricemia cuando se van a producir ataques agudos de gota«. Por tanto, y para no provocar un ataque de gota, es muy importante asegurar una protección efectiva para las articulaciones y el riñón antes de disminuír las cifras de ácido úrico en sangre.

Ante una persona sin manifestaciones clínicas que presente puntualmente, en una ocasión, el ácido úrico elevado, además de no dar mucha importancia al análisis y repetirlo al cabo de unos meses, sería razonable en opinión del doctor Freitas iniciar un tratamiento depurativo con carácter temporal que incida sobre la función renal, mediante diuréticos depurativos (cola de caballo, grama, jugo de rompepiedras fresco, ingesta abundante de líquidos, …).

Si la persona ha tenido ataques previos de gota y presenta gota y elevación del ácido úrico, hay que hacer bajar esa cifra, siempre con protección reno-articular. En los casos con clínica o analítica de hiperuricemia desde hace ya tiempo, puede iniciarse un tratamiento con agentes uricosúricos, sustancias que favorecen la eliminación renal de ácido úrico o inhibidores de su creación.

Desde la medicina natural o biológica, señala José Luis Freitas, las posibilidades terapéuticas se inician con medidas dietéticas, comenzando por la restricción de productos ricos en bases púricas (carnes rojas, marisco, bebidas alcohólicas y productos de casquería), la ingesta abundante de líquidos, de 2,5 a 4 litros diarios si lo permiten la función renal y cardiaca, junto con curas depurativas de la función renal y depurativos hepáticos desde la fitoterapia y oligoterapia.

Para paliar el ataque agudo de gota se cuenta con antiinflamatorios a nivel articular del tipo del harpagofito, sauce, ulmaria, lespedeza, gatuña y zumo de cerezas; reequilibradores del metabolismo articular como complementos de aminoácidos, y oligoterapia para la fase aguda a base de cobre-oro-plata y potasio.

Por último y para hacer frente a la hiperuricemia crónica, José Luis Freitas hace hincapié en la imprescindible y previa protección articular y renal para lo cual la fitoterapia aporta antiinflamatorios como harpagofito, sauce y ulmaria, productos oleosos ricos en ácidos grasos omega-3 y omega-6, y complementos de aminoácidos y minerales esenciales para la formación de hueso y cartílago.

En segundo lugar y sólo posteriormente, tratar la hiperuricemia propiamente dicha con agentes uricosúricos (rompepiedras, lespedeza, jugo de cerezas), agentes depurativos diuréticos (grama, vara de oro, gatuña, cola de caballo, abedul, maíz), vitamina C asimilada en levaduras para prevenir la formación de cálculos en la orina y su infección, y oligoelementos (potasio y cobre-oro-plata si está muy avanzada la enfermedad).

Creatinina y urea

La función principal de los riñones es la limpieza de tóxicos o productos de degradación metabólica de la sangre. Los valores de creatinina y urea, obtenidos en los análisis de sangre, suelen ser considerados como indicadores de la función renal.

La creatinina, sustancia derivada de la degradación de aminoácidos, se encuentra en una menor o mayor concentración en el plasma sanguíneo según y cómo el riñón cumpla o no su papel depurativo. Si el riñón está alterado para llevar a cabo la limpieza de la sangre, la cifra de creatinina será cada vez más alta en el plasma, por lo que es un indicador fiable de la función renal: «La urea es quizá menos relevante«, señala el doctor Freitas, «porque está más influenciada por la dieta«.

La urea, el principal compuesto de excreción del amoníaco que se forma en la desintegración de aminoácidos y proteínas, es sintetizada casi exclusivamente en el hígado y tras pasar a la sangre es excretada rápidamente a través de la orina.

Las cifras normales de creatinina son desde 0,7 hasta 1,5 mg./100 ml., y las de urea de 20 a 40 mg./100 ml. Una creatinina elevada con o sin síntomas, traducción analítica de la insuficiencia renal, indica que el riñón no filtra al 100% de su capacidad: «La determinación de creatinina en plasma es una prueba capaz de traducir en análisis el estado de la función renal«, añade José Luis Freitas.

Las causas de la insuficiencia renal aguda, cuando a una persona «normal» se le altera de modo brusco la función renal, pueden ser el empleo de diuréticos o la deshidratación, sin descartar procesos de tipo vascular, inflamatorio o infeccioso que alteren la función renal, o que la persona esté tomando alguna sustancia nefrotóxica.

La insuficiencia renal crónica, de más tiempo de evolución, con cifras de creatinina ya alteradas, con o sin síntomas de insuficiencia renal (poliuria cuando el riñón elimina mucha agua, anuria si hay poca orina, alteración en el balance del fosfato, elevación persistente de las cifras de urea y creatinina, edemas, …), puede deberse a diabetes mellitus, hipertensión arterial, hiperuricemia, infecciones repetidas, obstrucción crónica al flujo urinario por próstata agrandada, etc. La insuficiencia renal crónica, prosigue el Dr. Freitas Domenech, es muy bien tolerada hasta que el riñón se ve desbordado en su capacidad de filtro y se produce el síndrome urémico (palidez, olor peculiar del aliento, edemas, hiponatremia o descenso del sodio con hipertensión).

Para tratar la insuficiencia renal aguda, la persona debe ser vigilada estrechamente por médicos, casi siempre con ingreso hospitalario, para controlar sus funciones vitales y realizar en su caso transfusiones sanguíneas y/o diálisis. Hay que evitar la deshidratación y programar la dieta para evitar la producción de desechos nitrogenados, reduciendo la ingesta de proteínas a 0,5 g./kg. de peso corporal y día. A veces puede ser necesario un trasplante renal.

En la insuficiencia renal crónica hay que hacer reposo, realizar actividades que sin cansar a la persona mejoren su calidad de vida y reducir las proteínas de la dieta pero nunca a menos de 25 mg./día.

Según aumenta la insuficiencia renal se restringen los alimentos ricos en potasio y fosfatos.

La dieta debe ser de alto contenido vitamínico y ligeramente hipercalórica.

Cuando la insuficiencia renal compromete el bienestar de la persona, indica el doctor Freitas, debe recurrirse a la diálisis o al trasplante renal.

Transaminasas hepáticas

GOT, GPT y GGT son transaminasas hepáticas, enzimas que participan en las funciones del hígado y cuya alteración supone alteración hepática. Los valores normales de GOT y de GPT son inferiores a 35 ui/l. y los de GGT entre 4 y 60 ui/l.

El hígado tiene múltiples funciones, de ahí su gran importancia en diversas culturas (China, occidente, …). Fabrica y secreta bilis, que facilita la digestión de las grasas, vehicula colesterol al exterior y elimina bilirrubina. El hígado además aporta al organismo como fuente de energía glucosa y ácidos grasos, sintetiza proteínas transportadoras de hormonas por la sangre, sirve de almacén de vitaminas, ayuda en la síntesis de alguna de ellas y es depósito de metales claves para el metabolismo normal (hierro, zinc, cobre, …). Fabrica albúmina, proteína por excelencia que controla el balance hidrosalino, y efectúa una fagocitosis de elementos extraños. En el hígado se transforman los productos tóxicos, fármacos y sustancias extrañas, en otros fácilmente eliminables por la orina o por la bilis, de lo cual se encargan las transaminasas.

La elevación de las transaminasas en una analítica puede tener varias causas.

En la hepatitis vírica suele haber cifras elevadas de transaminasas, con ictericia (=coloración amarillenta de piel y mucosas), falta de apetito, cansancio intenso, … Clave en el diagnóstico es el estudio para las serologías , incluyendo virus de hepatitis A, B, C, …

La hepatitis tóxica, producida por alcohol, heroína o fármacos como estrógenos e hipolipemiantes, puede tener los síntomas de la vírica: «El alcohol suele producir un aumento más marcado de la GGT que el resto de los tóxicos y causas, aunque no es un dato específico y fiable al 100%«, matiza el Dr. Freitas.

Otro motivo de elevación de las transaminasas puede ser la colestasis, obstrucción al paso del jugo biliar, a nivel hepático por tumor o mucho más frecuente canalicular por cálculo o tumor de páncreas, con lo que las secreciones se acumulan en las regiones anteriores a la obstrucción, la bilirrubina pasa a la sangre y produce ictericia, la bilis se estanca en el hígado y se elevan dos enzimas, la GGT y la fosfatasa alcalina.

A veces la cifra de transaminasas se eleva sin causa alguna aparente, si permanecen elevadas por un periodo largo: «Sólo se suele dar como banal tras la realización de una biopsia hepática«, asevera José Luis Freitas.

Así pues, las transaminasas dan muestras de alteración hepática.

Para conocer mejor el estado de la función hepática se piden también la hiperbilirrubinemia mixta, el descenso de la albúmina, el tiempo de protrombina (vitamina K dependiente, hígado dependiente), los niveles de amonio en suero y la determinación de ácidos biliares.

Las cifras normales de bilirrubina son entre 8 y 25 mg./100 ml. La bilirrubina se eleva por problemas hepáticos, sobre todo la incapacidad para secretar bilis, lo que eleva la bilirrubina conjugada (= la que ha pasado por el hígado, menos tóxica, se elimina por la orina).

En la anemia hemolítica, en cambio, aumenta la bilirrubina no conjugada (se elimina de los hematíes, no ha pasado por el hígado ni se elimina por la orina).

También se eleva la bilirrubina en algunas enfermedades por depósito de lípidos, de hidratos de carbono o de metales como el hierro o cobre.

Los valores normales de fosfatasa alcalina van de 35 a 120 ui/l. Su elevación puede marcar una alteración hepática o una alteración del metabolismo óseo. Es normal encontrarla elevada en los niños, dado que su metabolismo óseo está muy acelerado.

Varios de los factores de la coagulación son dependientes del hígado, porque se sintetizan en dicho órgano.

El tiempo de protrombina (tiempo requerido para que el plasma coagule) se altera en la insuficiencia hepatocelular o por déficit de vitamina K.

Las cifras normales de albúmina van de 3,5 a 5,5 g./100 ml., con un valor equivalente al 50-60% de las proteínas totales. Es una proteína que supone el 50% de todas las proteínas séricas. Su estado permite valorar el estado de nutrición de la persona, ya que disminuye con un insuficiente aporte nutricional. La albúmina se sintetiza en el hígado, por lo que también informa del estado funcional del parénquima hepático respecto a la síntesis protéica.

Cifras bajas de albúmina en personas que no parecen desnutridas pueden indicar insuficiencia hepática.

El nivel de amoníaco en sangre o amoniemia, cuyo valor normal es 12-55 micromoles/l., se eleva en la insuficiencia hepática porque el hígado es incapaz de metabolizarlo a urea como haría normalmente.

Cuidar el hígado

Es clave en la hepatitis una higiene extrema para evitar nuevos contagios, la persona debe tener cuidado extremo en sus relaciones sexuales, no donar sangre y cuidar su hígado para evitar la hepatitis crónica.

Las alteraciones hepáticas se tratan con drenantes hepáticos y una dieta de protección hepática.

Son drenantes los extractos de cardo mariano, desmodium, boldo y diente de león, pensamiento, violeta y bardana, combinados con estimulantes de las defensas como propóleo, equinácea y tomillo, y aceite virgen de oliva con limón y macerado de plantas hepatoprotectoras.

Durante la infección vírica es básico el reposo, restringiendo la actividad física, y una dieta limpia (o ayuno muy vigilado en la fase aguda), rica en cereales y escasa en grasas, evitando paracetamol y productos que requieren un gran esfuerzo hepático y la síntesis de mucha bilis (alcohol, embutidos, grasas, fritos).

Son recomendables infusiones, zumos, copos de avena y puré de patata, productos regeneradores de la flora intestinal, oligoelementos como manganeso, azufre y cobre, así como preparados vitamínicos (grupo B, A, C, E, …) y minerales (selenio, molibdeno, …) y ácidos grasos poliinsaturados y ricos en omega-3 y omega-6.

El análisis de orina

«Aunque hemos perdido la capacidad para analizar la orina por el color, olor, tacto, olfato y sabor, como informador válido de las funciones internas del organismo«, tal y como desde los tiempos más remotos se ha venido haciendo, así y todo, manifiesta al respecto el doctor Freitas: «nos puede ser de gran ayuda la interpretación de laboratorio de los análisis de orina para conocer el estado del organismo«.

El análisis de la orina comienza con su inspección visual , para comprobar si a simple vista se observan cálculos, sangre o hematuria, coloración oscura o coluria por eliminación excesiva de urobilinógeno, aspecto claro o turbio de la orina, lo que facilita, en este último caso, el diagnóstico de infección urinaria.

Mediante el análisis elemental de la orina puede saberse si existe o no glucosa en ella, su densidad y pH, el exceso de cuerpos cetónicos, iones en orina (sodio y potasio), la existencia de células (hematíes, leucocitos), pus o bacterias, bilirrubina y urobilinógeno excesivos, la presencia o ausencia de proteínas, así como la detección de sustancias diversas (cannabis, heroína, cocaína, benzodiacepinas y otros fármacos, ….).

En condiciones normales no debe haber glucosa en la orina (= glucosuria).

Aunque una pequeña parte de la población elimina glucosa con la orina sin padecer ningún trastorno, si aparece suele indicar que es muy elevado el nivel de glucosa en la sangre, por lo que interesa especialmente en el diagnóstico de la diabetes, intolerancia hidrocarbonada y algunas nefropatías (=alteraciones renales).

La densidad de la orina debe estar entre 1003 y 1030.

Su pH debe ser de entre 4,6 y 8 según la dieta: si aumenta, la orina se hace más básica y facilita la infección por algunos microorganismos y la formación de cálculos.

Si hay un exceso de cuerpos cetónicos, posiblemente se deba a una cetoacidosis, diabética en la mayoría de los casos.

Cuantificar los iones sodio y potasio sirve para conocer si la persona toma diuréticos.

Si aparecen hematíes o glóbulos rojos en la orina (= hematuria), visibles al microscopio o a simple vista, más que tratar los síntomas a nivel local, subraya el doctor Freitas, debe buscarse las causas, puesto que: «Podemos encontrarnos ante una hematuria en estos casos: Nefropatía, tumores de próstata, vejiga, riñón y vía superior, cálculos, procesos infecciosos, quistes renales, hidronefrosis (= acumulación de orina en pelvis y cálices renales por oclusión de las vías urinarias), traumatismos, fármacos, hipercalciuria (=exceso de calcio en orina), embolia y trombosis arterial, estrés o hematuria de los deportistas, hematuria esencial«.

La existencia de pus en orina: «Es patológica, se conoce como piuria, y obliga a pensar en infección del tracto urinario«.

Existe leucocituria si la cifra de leucocitos en orina es mayor de 2.000 células. Puede ser debida a un proceso inflamatorio, causado a su vez por un proceso infeccioso o por una enfermedad inflamatoria, por ejemplo renal, en cuyo caso podrían además aparecer cilindros leucocitarios en el sedimento de orina: «Ante una cifra alta de leucocitos, debemos solicitar un cultivo de orina, para comprobar si hay o no infección, y si éstos son positivos, pondremos el tratamiento oportuno. Sin embargo si los cultivos son negativos«, en opinión del Dr. Freitas, «hay que investigar la posibilidad de una enfermedad inflamatoria o de una infección no bacteriana (por virus, hongos como la cándida, tuberculosis renal, …)«.

La bacteriuria (bacterias en orina), que puede ser significativa («Cuando al sembrar un mililitro de orina el número de unidades formadoras de colonias es de 100.000 o más«) o no significativa (si el número es menor), no siempre quiere decir infección urinaria: «Bacteriuria es simplemente presencia de bacterias en el tracto urinario, e infección es colonización del tracto urinario por parte de las bacterias«.

Bilirrubina y urobilinógeno excesivos significan, respectivamente, que hay un proceso que eleva la bilirrubinemia y que existe un problema en la secreción de bilis.

La presencia de proteínas en orina (proteinuria) puede ser fisiológica («Que no reviste la más mínima importancia«) o no fisiológica («En cuyo caso debemos preocuparnos por un proceso patológico a nivel renal (nefritis, síndrome nefrótico) o por cualquier proceso que curse con cifras altas de proteínas en orina (mieloma múltiple, …)«.

El estudio del sedimento de la orina , concluye el Dr. José Luis Freitas Domenech, resulta muy interesante para comprobar la hematuriaEn el sedimento aparecerán cifras de eritrocitos por campo aumentadas«) y aclarar su origen («Que, en caso de existir cilindros hemáticos, será con toda probabilidad el glomérulo renal«).

Del mismo modo, también es útil para confirmar la piuria y la proteinuria.

En el sedimento, además, pueden encontrarse cilindros epiteliales, aglomeraciones de leucocitos, gérmenes, …

(artículo publicado en Conocer Arganzuela nº 105, 106 y 107, junio, julio/agosto y septiembre de 2001)